miércoles, 12 de diciembre de 2018

domingo, 2 de diciembre de 2018

Vitamina C



VITAMINA C
El primero en descubrir sus propiedades fue el médico escocés James Lind, en 1753. Si se busca en los libros de historia, se puede comprobar que en aquella época, cuando los navegantes se hacían a la mar, llevaban unas raciones de alimentos que comprendían carne en salazón, galletas y agua. Con cierta frecuencia se veían aquejados de debilidad, encías inflamadas o sangrantes, se les caían los dientes, se les hinchaban las articulaciones, se les volvían a abrir las heridas que ya habían cicatrizado y, en la mayoría de los casos, acababan muriendo. El escorbuto (el nombre de esa enfermedad) era la causa más frecuente de las muertes en el mar. Lind aseguraba que el remedio para esa enfermedad era el zumo de lima y, siguiendo sus recomendaciones, los navegantes empezaron a llevar cargamentos de limas para sus largas singladuras.
Sin embargo, las verdaderas investigaciones acerca de la vitamina C no se llevaron a cabo hasta el siglo XX. La vitamina C, conocida también como ácido ascórbico o ascorbato es una vitamina muy delicada y que puede destruirse por la acción del calor, el aire y la luz. También la afectan mucho los venenos y ciertos productos contaminantes, tales como el humo del tabaco. Otra de sus propiedades es que es soluble en agua.
 De todas estas características se deduce que el cuerpo no puede almacenarla durante mucho tiempo y que necesitamos ingerirla diariamente a través de los alimentos y la bebida, una característica que compartimos únicamente con las cobayas, los monos y los murciélagos frugívoros de la India, pues todos los demás mamíferos sintetizan esta vitamina en su organismo a partir de glucosa.